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    Nunca nos olvidan

    Después de su accidente vascular y ante las dificultades en su atención terapéutica en casa, Ana a sus 68 años fué internada en un sitio de refugio para ancianos. Allí contaba con facilidades en cuidados médicos y gerontológicos.

    Sin embargo, con el pasar del tiempo, las visitas de sus familiares empezaron a escasear. Su hija Natalia que tanto la consentía, después del nacimiento de su segundo hijo, nunca mas volvió.

    Sólo su hijo Pedro iba un día entero en el día de la madre, quizá como para aminorar su culpa por su ausencia en el resto del año.

    Todos en el hogar para ancianos recuerdan cuando a sus 78 años, Ana murió. Fué la despedida más conmovedora que han hecho sus viejos, porque a pesar de haber sido uno de los funerales donde no asiste ningún familiar, permanecen en la memoria de quienes la acompañaban los pañuelos que conservó en su mano en el momento de fallecer, y que tejió en sus terapias, en el que llevaban inscritos los nombres bordados de cada uno de sus 8 hijos.

    Olvidar nuestros viejos es una forma tan común como significativa de maltrato.

    Publicado por Vaso dispuesto a las 10:24 AM, ,